Dr. Antonio Dubravcic Luksic
 

SUCRE

Caminar por sus calles y avenidas es adentrarse en la época colonial y republicana de Bolivia. Las casas e iglesias de fachadas blancas, los balcones de madera y hierro forjado y sus techos de teja son atractivos que permanecen perennes, como las mejores obras artísticas. No por nada es la ciudad de los cuatro nombres (Charcas, La Plata, Chuquisaca y Sucre), y puede tener otro denominativo más: la urbe de la cultura.

La capital del Estado es en sí misma un museo, porque aglutina historia, religión, un palacio de príncipes y espacios que hacen de este territorio imperecedero. La historia señala que la corona española delegó al marqués de Camporredondo, Pedro de Anzures, para que viajase al territorio de los Charcas y fundase una ciudad —con el objetivo de proteger a la población de los indígenas hostiles—, se salvaguardaran los yacimientos minerales (especialmente de plata) y se respaldara la minería proveniente de la poblada Potosí. Al pie de los cerros Sica Sica y Churuquella (donde en la actualidad se encuentra el mirador de La Recoleta), De Anzures fundó la Villa de La Plata de la Nueva Toledo.

BALCONES.- En la ciudad de La Plata por la importancia de muchos edificios públicos y privados que se construyeron en la primera mitad del siglo XVII , se requirió de las verjas para los atrios y balcones, y de las rejas para las cancelas de huertas y monasterios.
El hierro en simples volutas, con arabescos o sin ellos, en argollas o en gruesos clavos prolongados, da prueba de la extensa artesanía de forja que ha de lucirse especialmente en verjas, barandillas, rejas y cancelas.

Una progresiva simplificación de formas y proporciones, hará predominar al neoclásico, en postrimerías coloniales y albores republicanos. Más un par de rejas en el noble bronce de siempre, serán para todas las épocas y estilos las rejas chuquisaqueñas por antonomasia. Ellas son las que cierran el acceso a la puerta de la nave y a la puerta de Ramos del atrio de la Catedral, en un alarde de extraño rococó, que fundió, como reza la propia inscripción de ellas, el artífice Gregorio Aillón, en 1808.


En la calle Calvo existen varios balcones de distintas formas, pero el que llama más la atención es la de la casa número 78, porque dicho balcón fue construido a fines del siglo 18, el mismo tiene adornos simples y su base esta echa de piedra. Esta casa perteneció a la distinguida familia Calvo Fernández. Igualmente en la calle Calvo número 91 encontramos un balcón esquinero, de la época republicana, otro similar es el balcón ubicado entre las calles Loa y Arenales.
Otro balcón de la ciudad es el que se encuentra entre las calles Grau y Bolívar, éste fue tallado en madera y acompañado de fierro forjado y corriente, fue construido en el siglo XVIII. Junto a esta casa se encuentra un farol tallado en madera haciendo juego con las puertas y ventanas de la misma.

En la Plaza 25 de Mayo, número 52, se encuentra un balcón tallado en madera, junto a él tres balcones pequeños. Estos balcones están construidos con barras de hierro y madera. En la misma plaza se encuentran nueve balcones seguidos de hierro forjado, estos balcones son muy vistosos y es por eso que llaman la atención de los turistas.
En la calle Calvo número 589 se encuentra un balcón muy colonial, el mismo ésta hecho en fierro y madera torneados, éste fue construido en el año de 1869, a continuación de éste balcón se encuentra una gradería adornada con postes y faroles coloniales.

TOCADORES.- En la ex villa, ciudad de La Plata, Chuquisaca y posteriormente Sucre, el simple toque de atención o de llamada en una puerta, se convirtió en complemento artístico u objeto de decoración.
Puertas de templos y palacios ostentan hermosos llamadores dobles, que en su gran tamaño, lucen motivos renacentistas y barrocos de notable perfección. Situados unos en la parte superior de ambas hojas, recuerdan que quienes lo usaron no tenían que apearse del caballo; otros en cambio, los de abajo, estaban al alcance de la mano para el simple peatón.

Estos son entre otros, los de la Iglesia de San Miguel, con cabezas de león, blasones y seres alados; los de la Catedral, más afiligranados, con águilas bicéfalas y símbolos reales; los de Santo Domingo, con pesadas argollas y cabezas de animales empenechados; los del Museo Colonial; los del Arzobispado.
Otras puertas se adornan con tocadores o llamadores más sencillos, en los que el bronce fundido muestra pequeños animales reclinados y hasta una cabeza de medusa surgiendo entre nubes, como se ve frente a Santa Clara, en la calle Abaroa.


Llamador es una pieza de hierro o bronce de variadas formas, fija a una articulación y colgada en la parte exterior de la puerta de calle con el fin de golpear sobre ella para que abran del interior. Hasta fines del siglo XI los cerrajeros no disponían de otro medio que el martillo y el yunque, cuya utilización alcanzó enorme maestría para ejecutar los complicados motivos de tales objetos. En el siglo XVI desapareció la sencilla robustez inicial, dándose a las obras mayor delicadeza y fantasía.

El arte suntuario de siglos pasados nos ha dejado la huella de varios tipos de tocadores, como las manos, unas con encajes y sortijas de origen europeo y otras sencillas y alargadas de factura local.
España fue uno de los centros de mayor importancia en esta clase de manufactura, que abarca no solamente los elementos de tocadores o llamadores, sino también jarrones, candelabros, vajillas, medallones, utilería religiosa, etc.

En las llaves y cerraduras se evidencia la pericia y el gusto de los cerrajeros renacentistas. Algunas cerraduras se hallan decoradas con primorosos relieves, que llegan a ser verdaderos cuadros. Los llamadores o aldabones tienen toda clase de temas decorativos, tales como satíricos, monogramas, animales fantásticos, sirenas, etc

En todo el área andina, se produjeron llamadores o tocadores sumamente interesantes y originales, manifestándose en una amplia gama y gran variedad de formas y estilos, así tenemos llamadores en forma de vegetales (Fitomorfa), en forma humana (Antropoforma), en forma de animales, aves y peces (Zoomorfa), y en forma de emblemas, letras, escudos u otros (Heráldica).