Teresa Bustos y Salamanca de Lemoine

 

Heroína de la Independencia boliviana. Nacida en el seno de una influyente familia, se entregó con férvido entusiasmo a la causa de la Independencia en aras de la cual sacrificó sus bienes. La tradición la rodea de gran belleza física y entereza de espíritu. Condenada a vivir en Lagunillas, caminó hasta este lugar a pie y medio desnuda en compañía de sus nueve hijos. Al abandonar el destierro vistió el uniforme militar y luchó como soldado en el Alto Perú (1809) hasta caer prisionera. Sometida a consejo de Guerra, fue condenada a la pena de muerte, que le fue conmutada, pero al serle comunicado en su prisión el indulto había perdido la razón a causa de sus muchos sufrimientos. A su muerte, ocurrida poco después, sus hijos recibieron ayuda pública.

Teresa Bustos de Lemoine, esposa de José Joaquín de Lemoine, fue uno de los principales actores de la revolución del 25 de Mayo de 1809,  una dama cuya lealtad no sólo fue en la vida conyugal, sino que se vio manifiesta decididamente, en la causa independentista. Dominados los revolucionarios por el Mariscal Vicente Nieto, nuevo presidente de la Audiencia, doña Teresa intervino activamente en los trajines revolucionarios, mientras su esposo, refugiado en Buenos Aires, se incorporaba al ejército contra las fuerzas virreinales. Descubierta la actividad conspirativa de la señora Bustos, fue desterrada en extrema situación de desventura, junto con sus seis pequeños hijos y otras matronas revolucionarias. Teresa Bustos es una de las mujeres de la revolución del 25 de mayo y una de las adherentes más entusiastas, en la jornada del levantamiento  del 25 de mayo de 1809,  estuvo entre las personas que tocó a rebato las campanas en el templo de San Francisco.

 La esposa de Lemoine, María Teresa Bustos y Salamanca, con quien había casado en 1805, tuvo  una participación activa en el movimiento, vendiendo incluso todas sus joyas para comprar pólvora y armas. Al descubrir Nieto la actuación de Teresa Bustos, le confiscó sus bienes y la desterró a Lagunilla en compañía de sus nueve hijos aún pequeños y allí fue enviada a prisión

 Fue liberada tras los triunfos del Ejército del Norte y se incorporó de lleno a la revolución. Derrotadas las fuerzas patriotas en Vilcapugio y Ayohuma, Teresa Bustos mantuvo el contacto entre los patriotas a través de un sirviente mudo al que cosía los informes en los forros de la ropa. Fue nuevamente encarcelada, condenada a muerte y forzada a presenciar la ejecución de sus compañeros. Se dilató la ejecución de su sentencia y cuando finalmente le fue conmutada ya había perdido la razón, muriendo al poco tiempo, en 1818.