Guerra del Chaco

CORRALITO DE VILLA MONTES

Dr. Gastón Cornejo Bascope

Merece especial mención este evento de vergüenza histórica.
En los archivos de Daniel Salamanca publicados en “Documentos para una Historia de la Guerra del Chaco”, en el capítulo: “Cómo fue derrotado el Hombre Símbolo” pag. 126 a 182; está descrito el episodio en su intimidad dramática. 
Sufrido el contraste de Cañada Carmen el presidente decidió relevar a todo el Comando Superior jefaturizado por el Gral. Enrique Peñaranda. Viajó por quinta vez ingresó al teatro de la guerra el día miércoles 21 de noviembre de 1934. Su comitiva estaba compuesta por Rafael Ugarte, los ministros de Gobierno José A Quiroga, de Guerra Demetrio Canelas, el Coronel Miguel Candia, los tenientes coroneles Melitón Brito, Florián Montaño, Tte Oscar Blanco edecán y subtenientes Hernán Salamanca y Antonio Medina. Retornaron desde Aiquile José A Quiroga y Montán ante la posibilidad de una revuelta. 
El Cnel. Julio Diaz Arguedas y el Gral. Julio L Lanza relatan que la comitiva llegó a Samaipata por Aiquile, luego a Santa Cruz el sábado 24, donde se incorporó a la comitiva el Gral. José Leonardo Lanza, llegado de Roboré por invitación del Presidente. 
El domingo 25 viajaron en trimotor, aterrizaron en Villa Montes a horas 15:30. Fueron recibidos por el Gral. Sanjinéz quien los alojó en la casa Staut en las afueras del pueblo, con cerco de alambrada al exterior. 
Convocada la sesión de informe, Salamanca designó a Lanza en el puesto de Jefe de Comando. 
El domingo 26 se dictó la Orden General, mientras el Gral. Peñaranda y el Mayor Busch, oficial de Estado Mayor se encontraban en Samayhuate (asiento del Comando) convocado el primero por orden presidencial a Villa Montes. El presidente departió la cena con los invitados Lanza, Busch y Añez, el nuevo Jefe de Comando que secundaría a Lanza. 
En un intento de viaje a Samayhuate, Lanza con Añez y ausencia de Busch, preparados para el viaje aéreo con el piloto Wilstermann, éste anunció revisión de motores frustrando la partida al amanecer del día martes 27. Bajaron de la nave contrariados sospechando una maniobra intencional debieron retornar al alojamiento presidencial. Testimonia Lanza que inmediatamente fue rodeado de soldados.  
Llegó a Villa Montes Peñaranda acompañado de los Ttes. Julio Diaz, Víctor Serrano, el Mayor Germán Busch y el Sbtte. Jorge del Castillo. Recibido por el Gral Julio Sanjinéz y los coroneles Victorino Gutiérrez y Eriberto Ariñéz. Sanjinéz hizo entrega de la Orden General a Peñaranda quien reaccionó muy contrariado. 
También acudió el Coronel Rivera en avión de guerra a horas 18 quien, al conocer la Orden General, manifestó: “es una ultrajante destitución, es una infamia y es necesario castigarla” sumándose a la rebelión organizada por Peñaranda. 
A tempranas horas 6:30 de ese día 27 de noviembre Rivera al mando de camiones transportando soldados del grupo artillería No 4, comandados por el Mayor Felipe Viscarra y los oficiales Abel Peña y Lillo y César Roca emplazaron cañones con orden de hacer el fuego sobre la casa presidencial a una señal convenida. 

Fueron acorralados, el Presidente: Dr. Daniel Salamanca, los doctores Canelas y Ugarte, los Generales Lanza y Sanjinéz, los Tcneles. Candia, Brito, Añez y Alvarez; el edecán Blanco, el Sbtte Salamanca hijo del Presidente y ocho policías de la escolta presidencial. 
A horas 6: 45 el Mayor Busch se dirige a Lanza : Mi General: ¡Usted y el señor Presidente están presos! 
Lanza responde echando mano a la pistola: ¡Que venga el que ha dado esa orden!
Busch retrocediendo pasos y también armado exclamó: ¡Tire mi General!  
Tranquilizados los ánimos Lanza descubre que el Tcnel. Añez también está incorporado al complot.
Lanza avisa al Presidente cuando numerosos camiones y tropa rodeaban la casa e ingresaban a los jardines emplazando las ametralladoras. 
Ingresa Peñaranda manoteando en actitud torpe y vociferando (y en estado de ebriedad): ¡Ahora les vamos a enseñar a ser hombres a estos canallas! 
Dirigiéndose a los soldados: ¡Tómenlos presos a esos señores! ¡Ninguno debe escapar! ¡Llévenlos a la pista! . Señalando al Gral. Lanza: ¿Por qué no le han agujereado la panza a éste? ¡Tírenle! 
Lanza responde ¡Tiren! Estoy dispuesto a derramar mi sangre por la Patria! ¡Tiren soldados y sepan que es por Bolivia, siempre por Bolivia! 
Amedrentados por la actitud heroica los soldados le condujeron con más humanidad hasta el automóvil. Antes de subir se arrancó sus presillas del uniforme, las arrojó al suelo. ¡Me da vergüenza ser General boliviano! 
Peñaranda agrega: ¡Así vas a gritar cuando te saquemos el cuero! 
El doctor Canelas pidió a Peñaranda caballerosidad y permiso para quedar junto al Presidente. Peñaranda responde: -Ahora pide usted caballerosidad y si yo no fuese caballero, ya lo habría hecho colgar de los…(textual) 
Salamanca apoyado contra el marco de una puerta contemplaba absorto y lívido la escena. Más tarde expresó: “Este es el único cerco en el que han tenido éxito” “Sanjinéz desleal como siempre y el Cornel Añez, han venido a mi casa en patrullaje para traicionarme” “Ustedes se dan cuenta de lo que están haciendo? ¿No piensan acaso que esto ha de repercutir afuera del país desfavorablemente en el resultado de la guerra y en las gestiones diplomáticas? 
Ugarte y Canelas fueron incomunicados en la Pista en calidad de presos. 
Reunidos los militares del complot analizaron la conveniencia de pedir la dimisión del presidente, redactaron la nota de renuncia:
“No estando en funciones el Congreso Nacional, encontrándome enfermo, me dirijo a la Nación para hacer renuncia irrevocable y dejación absoluta del alto cargo desempeñado hasta el día de hoy. Por tanto, en virtud del Art. 84 de la CPE, el señor Vicepresidente de la República asumirá las funciones de Jefe el Poder Ejecutivo. Villa Montes 27 Noviembre 1934” 
Instrumentaron al Doctor Rafael de Ugarte, hombre ecuánime quien se hallaba preso para entregar el texto al Presidente e interceder a favor de la firma renunciante. 
Salamanca ante la comisión expresó: ¡Se ha cometido un crimen que constituye la peor mancha de nuestra historia. Este es el día de la derrota de nuestro ejército! ¿Por qué dicen que estoy enfermo? Yo me encuentro bien. No creo que el Doctor Tejada acepte el cargo. 
Dictó Salamanca a Ugarte una nueva redacción: “Por razones que pesan en mi ánimo, hago renuncia y dejación del cargo de Presidente constitucional…” Se trató pues de una renuncia voluntaria sin violencia ni discusión. 
Una segunda reunión militar congregó a los mismos personajes agregados los coroneles David Toro, Bernardino Bilbao Rioja, Víctor Santos, Juan Fernández, Rogelio Ayala y el Mayor Antenor Ichazo.  
Criticaron los nuevos términos propuestos. El Gral. Sanjinés calificó “felonía inaceptable como si la renuncia hubiera sido impuesta por la fuerza…” 
David Toro reflexionó sobre la posibilidad de fracasar en el empréstito de 400 mil libras esterlinas aumentado a un millón, el reconocimiento exterior del nuevo gobierno, las negociaciones en Ginebra. Otras intervenciones sugirieron no apoyar a Tejada Sorzano ni a su partido sino entregar el mando al Vicepresidente de la Nación o bien a Tamayo. 
Reconocieron que se dio un golpe de Estado sin poder invocar a la Constitución. Otros sugirieron nombrar a un Presidente provisional, a una Junta militar de gobierno, llamar a todos los partidos políticos. Dijeron que el Comando debía necesariamente mezclarse en política y en cuanto al Presidente dejarlo allá hasta que se reorganice el gobierno y después remitirlo a su finca en Cochabamba. 
Se agregó al texto un vocablo de renuncia “definitiva”. Salamanca firmó en duplicado y dijo: “Ahora soy un ciudadano libre y exijo que se retiren esos centinelas para ir donde mejor me plazca”.
Aún se registró un episodio de enojo y cólera presidencial ante la negativa a esa orden.  
La asamblea militar accedió a retirar los centinelas, previno a Salamanca de lanzar manifiestos desde su domicilio; acordó tomar medidas con los periodistas oficiales, dirigir a al Gral. Blanco Galindo, Jefe de Estado Mayor Auxiliar en La Paz dos cifrados: uno para que fuera entregado a Tejada Sorzano y otro personal anunciándole que el Ejército debía reconocer como Presidente a Tejada Sorzano.
El Mayor Moscoso no firmó pretextando no estar autorizado por los jefes y oficiales de su unidad. 
La descripción del evento histórico concluye en los Documentos de Salamanca con el relato de las conferencias entre el Gral. Sanjinéz desde Villa Montes y el Gral. Blanco Galindo en La Paz; Peñaranda y el Dr. Otero del Gabinete ministerial; de Peñaranda con Blanco Galindo y las instancias vividas en el Consejo de Gabinete presidido por Tejada Sorzano. 
Carlos Blanco Galindo expresa a Sanjinéz: “Cumplidas las órdenes pero por mi parte deseo conocer urgentemente los detalles de la verdad de lo ocurrido, cuál es la situación del presidente y de sus acompañantes y la forma en que ha dimitido”
Se le responde que están bien y que viajarán vía Santa Cruz tan pronto como el tiempo lo permita. 
Blanco Galindo insiste: “el Decreto que expida el Gabinete ministerial al mando no podrá tener la claridad necesaria si no guarda los preceptos constitucionales, si el texto trasmitido no es exactamente igual al original, si existe alguna duda sobre la autenticidad del documento. Además, deseo saber del General Lanza”
Responde Sanjinéz: “El Gral. Lanza está acá y seguramente pronto le darán un nuevo destino”  
En conferencia directa Blanco Galindo insiste a Peñaranda: “Nuevo decreto sólo podrá dictarse cuando se conozca el texto de la renuncia. Saludo nuevamente y me despido” 
Los ministros consideran que lo sucedido ha sido una infamia, una traición a la patria, una vergüenza para el país, una humillación, un irreparable escándalo que ha de traer como consecuencia la pérdida de las petroleras, un crimen nefasto obra exclusiva de un mal militar, un mal ciudadano. No aceptan la deserción considerada como un abandono a Salamanca. 
Blanco Galindo les expresa: “Es un acto de nobleza de los señores ministros el declarar que habrán de inspirar sus actos en la más absoluta lealtad con la persona del presidente. Pero que desde el punto de vista práctico el mando supremo del país está en receso por la dimisión presidencial y sería inconcebible que el Comando Superior llegase a extremos de fraguar telegramas; que se debía restablecer mediante Decreto la autoridad suprema inexistente en ese momento para salvar a la República. Insinúo que se realice una conferencia del Vicepresidente con Villa Montes, además se solicite garantías para el Sr. Presidente.

COMENTARIO DE ROBERTO QUEREJAZU CALVO
En noviembre de 1934, tras la pérdida de dos poderosas Divisiones en la batalla de El Carmen y la retirada del ejército hacia Villamontes abandonando el poderoso fortín Ballivian, símbolo de la presencia boliviana en el Chaco, Salamanca decidió sustituir a Peñaranda por un nuevo comandante. Esto provocó un golpe de estado encabezado por el propio general Peñaranda, el coronel David Toro y su protegido, el mayor Germán Busch, todos futuros presidentes de Bolivia. Los militares acordaron que el vicepresidente José Luis Tejada asumiera el cargo. Este motin, realizado a pocos kilómetros del enemigo, se conoce como "El corralito de Villamontes".
"Tropas al mando del mayor Germán Bush cercaron el chalet de la casa Staudt donde se había alojado el presidente Salamanca. En medio del mayor aparato de fuerza se apresó al presidente y capitán general del Ejército [...] quien no tenía siquiera una pequeña escolta". (Urioste, 1940, p. 137)
"De todas las revoluciones o golpes de Estado en Bolivia, esta fue una de las más grotescas. Se extrajeron tropas de las trincheras y en plena zona de operaciones, a doce kilómetros del enemigo, los principales jefes hicieron apuntar cañones a la residencia donde se alojaba el envejecido jefe del gobierno, la rodearon de soldados armados con fusiles y ametralladoras, y con actitudes valentonas, incitadas en algunos de ellos por el alcohol libado durante la noche de vigilia, aprisionaron a su víctima y más tarde le exigieron su renuncia. Salamanca firmó el documento casi gozoso de que los militares, a quienes nunca había estimado y a quienes culpaba de los desastres de la guerra, quitasen de sus espaldas una cruz que se le había hecho demasiado pesada y se condenasen a sí mismos ante el juicio de la historia, con un acto que por el lugar y las circunstancias en que se producía tenía las características de una traición a la Patria".
Historiador boliviano Querejazu Calvo (1977, p. 185)