TRES PASOS AL FRENTE

  Roberto R. Ávila Castellanos.  Libro: “Huellas Del Chaco”

El 6 de octubre de 1933 era viernes y transcurría una apacible mañana, era un preludio al fin de semana y, aunque la guerra mantenía a todos nerviosos e intranquilos, tenían la oportunidad de salir de esas instalaciones y tener un contacto con familiares y amigos que residían en la sede del gobierno. El general Hans Kundt se encontraba en la ciudad de La Paz, preocupado por el curso de la guerra y buscando voluntarios para que marchen al Chaco. Ese día estuvo presente en el Colegio Militar.

Serían las nueve de la mañana cuando repicaron insistentemente las campanas que anuncian formación en el patio de honor. Algo grave estaba sucediendo en la patria y por ello los tañidos llamaban a los cadetes. Con la seriedad que la ocasión ameritaba se colocaron en formación militar con disciplina y curiosidad, ante un hecho inusual que sucedía en ese momento.

Estaban al frente el Comandante del Colegio Militar, el mayor Flavio Palenque y a su lado el Comandante en jefe del ejercito en campaña.
¡Buenos días cadetes de Bolivia! exclamó Hans Kundt;¡Buenos días, mi general! respondió el batallón.
El Mayor Palenque al dar el parte del día, explicó que muchos oficiales jóvenes habían muerto en la primer parte de la guerra y se requería de personal para comandar pequeñas unidades en el frente de batalla, dejo en claro que habían pensado en los cadetes mayores, sin embargo la decisión era de carácter personal y voluntario. Al terminar su breve alocución les dijo que dieran tres pasos al frente los que quieran ir a la guerra; En ese instante todo el batallón, en forma marcial, armónica, firme y sonora dio los tres pasos al frente.

El mayor Palenque agradeció el gesto de patriotismo de todo el batallón y les reflexionó diciendo “no se dejen llevar por el entusiasmo, la guerra es dura y el sacrificio es muy grande”, reiterando el pedido que dieran tres pasos al frente a los que quieran marchar al campo de batalla. Como respuesta se escucharon tres firmes taconazos del total del batallón, que avanzó nuevamente otros tres pasos al frente.
Se pidió calma y nuevamente reflexión; sin embargo, otros tres pasos al frente ratificaron la decisión unánime de un batallón de valientes. Nadie había vacilado en aquella mañana y el frente de batalla era su destino. Quedaba en el ambiente la emoción y admiración de los testigos circunstanciales. Posteriormente al conocimiento público de lo acaecido la población los ovacionó por este hecho único en la historia.

El general Kundt no podía articular palabras ante lo observado y lo único que hizo, fue retirar a los menores de 15 años para evitar su temprano sacrificio.
La partida de este contingente no fue inmediata porque los dos sastres de Colegio militar debían achicar los uniformes, que habían sido donados por los Estados Unidos; se dice que eran del mismo modelo que utilizaron en la primera guerra mundial.
Noventa cadetes fueron escogidos como parte del primer contingente a partir al frente de batalla. De ese grupo quedaron por enfermedad Eduardo Rivas Ugalde y Luis Arrien Gutierrez, quien ya tenía a dos hermanos en combate.
El resto del batallón, de 162 valientes, partió en forma posterior y al finalizar la guerra retornarían solo 73 de estos arrojados bolivianos.

La partida se ordenó para el lunes 16 de octubre de 1933, se fueron por tren desde La Paz. La población paceña multitudinariamente, se dio cita en la Estación ferroviaria de Chijini para despedir a este grupo de valientes. Entre ellos estaba el Presidente Daniel Salamanca, todos sus ministros y las altas autoridades militares. Una ovación estruendosa entusiasmo a los jóvenes defensores de la soberanía nacional.

Desde La Paz fueron ovacionados en cada estación, Viacha, Patacamaya, Oruro, Cebaruyo, Pazña, Challapata, Uyuni, Soledad, Silencio, Tupiza y Villazón; algunas estaciones solo eran para cargar agua a la locomotora, sin embargo igualmente fueron recibidos con aprecio, homenajes, admiración y respeto.
Terminado el viaje en tren se embarcaron en un convoy de camiones que los trasladaron a la ciudad de Tarija recorriendo este tramo en tres tramos: Villazón – Quebrada Honda, Quebrada Honda-Iscayachi e Iscayachi- Tarija. En Iscayachi en el Altiplano Tarijeño pernoctaron sintiendo mucho frío y se admiraron por la cantidad de vinchucas existentes en el lugar. Al llegar a Tarija fueron recibidos en el teatro “15 de Abril”, donde hoy se erige el Colegio Nacional San Luis, y fueron agasajados en el Club Social, presidido entonces por el Doctor Alejandro Trigo.

Saliendo de Tarija, pararon en el conocido “Ojo de agua” una vertiente de agua dulce y cristalina que permitió llenar las cantimploras del batallón de cadetes y despedirse de esta ciudad; los molles y sauces brindaban la sombra necesaria para la acción descrita. Dicha aguada se encuentra hoy en la trama urbana de la ciudad de Tarija, a la vera de la Quebrada de San Pedro y en ese entorno han construido un puente de Hormigón Armado para cruzar este encauzamiento, en la avenida “Heroes del Chaco”. Cuantas veces se han escuchado añoranzas de este lugar que pudiera convertirse en patrimonio histórico.
En la siguiente noche durmieron en el poblado de Entre Ríos y al día siguiente ingresaron a Villamontes y posteriormente a la localidad de “Muñoz” donde se distribuyeron a estos cadetes a distintas unidades militares. A partir de ese momento, en pleno infierno verde, se encontrarían entre la vida y la muerte, porque estaban en campo de batalla.

En la ciudad de Tarija, al momento de escribir el presente libro, aún viven dos de los héroes del batallón Tres Pasos al Frente; se trata de los coroneles: Miguel Azurduy Estenssoro (nacido el 3 de julio de 1915) y Jorge Barrenechea Guzmán (nacido el 25 de marzo de 1917), ambos héroes reciben el cariño y aprecio de su entorno familiar y el reconocimiento de aquellos que conocen su historia en la guerra del Chaco. Lamentablemente son pocos los que tienen esta información y es más el olvido que la veneración a estos longevos valientes, ejemplo de heroísmo sin límites por la patria.