Cesar Franck

Gastón Cornejo Bascope

César Franck significa amor místico en su expresión más elevada, nos dice Camille Mauclaire en su obra La Religión de la Música, además fue un educador de enorme autoridad moral. Sucedió en la historia, como un buen pastor, a dos titanes en el arte, Hugo y Wagner. Su misión fue rescatar las relaciones naturales de la música con todo lo que el alma humana tiene que decir.
De los discípulos del Maestro Franck sobresalientes se identifica a Pablo Dukas, Claudio Debussy y Gabriel Fauré. El autor de la obra esencial afirma que Franck era un alma santa y radiante de bellezas y virtudes.

Que llegó a la ancianidad con una modestia pacífica hasta honrar con sus sonatas y su sinfonía entregando la esencia de su espíritu. Psyché, la sinfonía, la Sonata para piano y violín, las Beatitudes, los Corales para órgano, el Preludio, coral y fuga para piano son armonía pura. Suavidad mística, voluptuosidad, plenitud serena en el fervor, alegría por efusión religiosa, extasiada e ingenua. Nada extremadamente severo en ese misticismo evangélico. Los corales de órgano y las obras de piano son de una construcción poderosa.
Franck está impregnando de ternura, lleno de consuelo y su música entra en el alma por largos despliegues de armonía. ¡Es la ternura misma, la ternura divina adoptando la humilde sonrisa de la humanidad!

Fue grande ante todo por el sentimiento, la exaltación, el ímpetu del alma, la abundancia maravillosa del sentimiento que suple a la sorpresas, timbres y complejidades temáticas. ¡De golpe surge un canto tan dulce en lo sublime!
Qué decir de los Corales de órgano cuando son escuchados en la sombría nave de una iglesia europea medieval. Entonces, la turbia media luz, la infinita melancolía penetra en el alma. Cuando inicia solemne Bach, comienza como un trueno, aplastamientos de sonidos bajo el puño del ángel furioso de Baudelaire que desciende del cielo como un águila y mantiene el peso de su cólera obstinada sobre las negaciones amedrentadas de los pecadores. Las voces suplican, protestan pero son deshechas y anuladas. Se siente la terrible fe dogmática de la Edad Media. Los gritos humanos se elevan desde el seno de esa música tumultuosa y llena de majestuoso espanto, antítesis fugaces de esa armonía de Dios sin clemencia. Y entonces, ingresa Franck; un rayo de sol, un arco iris en la nave central: no era tan solo en mi alma: los corales de Franck preludiaban. … Franck, por el contrario con su canto nos transporta por el magnetismo del perdón radioso.

Si Bach es siempre un Dies Irae e infunde miedo, con Franck tenemos una melancolía tan humana, una nostalgia borodiana, de las estepas del cielo, una indulgencia acogedora, una suavidad, el timbre mismo de la voz de Jesús en el umbral de Betania. Un canto claro exalta la glorificación de la criatura perdonada. Todo se eleva.
Si Bach nos arroja del umbral celeste como a los condenados de Miguel Ángel y nos prosterna, indignos, contra la tierra; Franck nos invita a elevarnos. Su música nace del suelo humano como un lirio que va abrirse en el éter, y se eleva, se eleva, es una sonrisa inmensa, extasiada, infinita. Toda esa oración confiada en un Dios que ama demasiado para castigar al llamado simplemente adorable de quienes fueron creados por Aquel que los creó. ¡Dulce música que se parece a la muerte en sueño!
Cuando escucho la Sonata para piano y violín, el inefable preludio, tranquilo, tierno de sus acordes como arcos blancos y ligeros, me parece que oído la voz misma del amor. Escucho en mi interior un diálogo inmortal. La extraordinaria música de César Franck no sugiere nada material, no es descriptiva, no evoca o despierta imagen alguna; es el contacto mismo del infinito y del alma liberada.
La sublime Sonata desarrolla episodios de pasión, de angustia, de capricho, de pena, de voluptuosidad lírica. De intenso dolor en el brillante y siniestro Recitativo-Fantasía y por último termina en una alegría resignada cuyo ritmo está hecho de todas las intermitencias del dolor consentido. Sin embargo, todo ello es abstracto, cernido en las alturas. Es para mí la música absoluta que emociona por la exclusiva combinación de los timbres, por las armónicas en sí mismas, es decir, por el ritmo eterno y la visitación de los ángeles.

Si tuviéramos que dar cuenta a un poder superior del balance del arte humano tendríamos que presentar con orgullo una larga serie de sueños inmortales pero casi ninguna obra maestra feliz. En todo caso serían obras tiernas, ligeras y alegres. Y no conmoverían al juez. Franck comprendió que la euritmia suprema de la música confunde, en la misma alegría, la ebriedad de lo absoluto y la ebriedad de la precisión.
En el límite de la sinfonía y de las matemáticas existe una región de felicidad mental, la felicidad de la proporción absolutamente pura. En mi opinión solo han alcanzado ese pináculo Mozart a veces, Bach a menudo, Franck siempre.
Recuérdese la Cuarta Beatitud, esa elevación de oraciones, de súplica, esa derrota de conciencias conturbadas, esa inmensa interrogación en el espacio. Esas ansiedades que se repercuten y se enlazan, esos confluentes resonantes de pasiones, de remordimiento, de dudas y de terrores, ese rompimiento acrecentado, formidable, irritado de toda la ola humana y de golpe, el valor distinto, breve, tan dulce, de la voz única de Jesús! Ahí se mide en una sola mirada interior la inmensidad del genio de Franck.

Esa elevación de que acabamos de hablar es toda la vida que este ser santo pasó sobre la tierra. Confío que escuche la repuesta unitaria distinta, augusta, tal como él cantó en el elevado cielo en que ya flotan, sostenidos por sus alas anacaradas, los largos ángeles transparentes de sus sueños.

NOTA  DE GASTÓN CORNEJO BASCOPÉ A TODOS MIS SERES QUERIDO …

Hacen muchos años, aún estudiante en Chile, adquirí un disco con la Sonata para piano y violín de César Franck. Degusté en mi soledad esa verdadera música con mensajes de  belleza sublime, así acompañé mis días de soñador idealista a la temática ardua del aprendizaje de la ciencia médica.

Transcribo, pasados tantos años, el escrito de Mauclaur sobre el genio musical de César Franck. El Dr. Julio Alberto d´Avis y la Dr. Lily Cornejo Bascopé tenían fe en esa alma francesa que no legó en música verdaderos mensajes de amor y sobre todo, tantas cuitas espirituales.

Hoy los actualizo en una manifestación de respetuoso agradecimiento a Dios por haber permitido que yo supere, el mal que Calibán, el monstruo de la maldad, introdujera en mis tejidos pulmonares y que, aunque no estuvieran totalmente curados al presente, Él ya permitió una gran sanidad redentora para que su siervo continúe gozando de la vida, la luz y el amor. ¡Bendito sea!

Sugiero a mis lectores que en sus graves momentos de introspección escuchen dicha pieza musical ejecutada por el maestro David Oistrakh.

FELICIDADES POR LA LLEGADA HUMANA DEL DIVINO SALVADOR Y FELIZ AÑO NUEVO 2020.
¡BOLIVIA RENACIDA SIN GOBERNANTES DE PERS0NALIDAD PSICOPÁTICA EN EL FUTURO POR SIEMPRE JAMÁS, LIMPIA DE INIQUIDADES! 

Gastón Cornejo Bascopé
Ex senador de la República
Cochabamba, Navidad 2019.